La gente normalmente se puede reservar para sí sus sentimientos, impresiones y sus intenciones y esto no significa que esté mal y más cuando se está empezando una relación. Puede tomarse el tiempo que considere necesario para aclarar y exteriorizar su pensar y sentir.
El problema surge cuando la persona ya tiene unas intenciones predeterminadas, ideas preconcebidas de la relación que quiere establecer o los objetivos que quiere conseguir y demuestra o expresa lo contrario, confundiendo y engañando a la otra persona.
Hay dos valores que tienen cierta relación y se trata de la honestidad y sinceridad. Es muy obvio, pero debemos ser honestos con nosotros mismos y con los demás. Para evitar malentendidos a la hora de expresarnos es necesario ser sinceros, así como cuando demostramos el cariño y ofrecemos lo que tenemos.

¿Debemos ilusionarnos con lo que nos ofrecen?
Hay ocasiones en las que nos ilusionamos considerando que aquello que nos han ofrecido es real, es sentido, para luego encontrarnos con una cruda realidad que no hace más que hablarnos de lo contrario. En este caso por lo general nos sentimos frustrados, sentidos y hasta burlados.
Muchas veces nos puede generar una pérdida de confianza, no solo de la persona por la cual nos sentimos engañados, sino de cualquier otra persona que llegue a nosotros y mantenga algún tipo de intención, podremos desconfiar de su palabra, de sus acciones y se nos hará difícil darle la oportunidad de validar lo que expresa.
Debemos ser muy sinceros con lo que estamos buscando porque las mentiras dejan un mal sabor. Demostrarle a los demás lo que somos capaces de ofrecerles. No plantear cosas que no tenemos pensadas ejecutar, no hacer promesas que antes de ser pronunciadas sabemos que no se van a cumplir. No esperanzar a nadie, sin la intención de ser coherentes con lo que se ofrece.